La Tinchíada (o los viajes del Tincho) es -o intenta ser- una pública manifestación del devenir que transcurrre con motivo de la búsqueda. ¿De qué? -se pregunta el lector- Podríamos detallar esa búsqueda en muchas líneas pero no alcanzaríamos a describirla coherentemente. Quizás porque no se sabe bien qué cosa buscamos o quizás porque no hay nada que esperamos encontrar, al menos dentro de los parámetros de la coherencia literaria, una de las tantas carencias del autor.
Una bella mujer. Una buena comida (o varias). Un buen vino. Buena música. La sonrisa del vástago. Paisajes. ¿Felicidad? Los amigos (no importa si son buenos). Una buena siesta. Realizar nuestra creación. Crear.
Es probable que varias de estas espiritualidades y materialidades sean estado halladas. Quizás en más de una oportunidad. Es que lo que importa es el viaje, no el objetivo.
De esto bien nos puede servir de ejemplo el sabio Ulises.
¿A dónde ir? ¿Para qué volver? La Odisea cierra con el recupero del trono -luego de la matanza que limpió el honor del héroe- tan solo porque los haedos tenían que terminar de cantar luego de tantos banquetes. La garganta no es eterna.
Pero -no nos ocuparemos aquí de desentrañar el destino de Ulises «post-odisea»- ese final está reñido con todas las demás versiones o leyendas conocidas y hasta con el sentido común. Nos ocuparemos entonces del viaje que -a esta altura algunos sospecharán- implica el vivir.
El estímulo del tránsito y el movimiento crean la ilusión de la importancia del destino como meta.
Pulsión de vida que inviste objetos y no inmoviliza aunque a veces haya que quedarse en stand by para que el Inconsciente se revuelva y saque las otras tantas oportunidades que desveladas buscan por ganar terreno en la Conciencia……….. Ciclos :día y noche.
Ritmos de latidos circadianos.
Gloria!